No creo que ninguno de los que leerán este artículo no haya
presentado alguna vez en su vida, cualquier excusa ante la advertencia,
pregunta o corrección de alguien, sobre algo atribuible a nosotros. El temor a
“ser pillados” a que no guste lo que hicimos, a que podamos ser reprendidos, a
quitarnos la culpa de una metedura de pata, o ante cualquier sospecha que
pudiera subirnos los colores de nuestras mejillas, hacen que de forma impetuosa
soltemos cualquier pretexto para quitar importancia al asunto. Aún más cuando
alguien nos hace cualquier corrección que no lleva siempre consigo una forma
sutil y delicada de proporcionárnosla. Lo que para nosotros los cristianos se
llama “corrección fraterna” y que no siempre se acompaña de una verdadera caridad,
que a veces nos deja tan noqueados que, en lugar de aceptarla, nos hace
recurrir a la excusa, desaprovechando así un momento de enriquecimiento
personal.
Existen personas que parecen haber hecho un master en
excusas, encuentran fabulosas justificaciones por cualquier descuido, tarea,
fracaso, acusación o por no cumplir su palabra. No parecen tener dificultad
alguna para encontrar pretextos y justificaciones.
El famoso escritor Stendhal dijo una vez que “quienes se
disculpan se acusan a sí mismos”. Y comparto su opinión, excusarse no deja de
manifestar un autoengaño con el que salvaguardar la propia autoestima. ¿Qué es
peor una excusa o una mentira?...
Casi sin darnos cuenta la excusa nos convierte en artesanos
del autoengaño y la mentira. Moverse en este círculo es encontrar justificación
para todo, nos hace mendigar la confianza del otro : “ ¿no confías en mí? ¿no
me crees?”,etc. Excusarnos siempre, acaba en no sentirnos cómodos con nosotros
mismos, y lo convierte en un riesgo a huir cada vez más lejos de la verdad.
Buscamos evasivas cuando nos sentimos amenazados o se
cuestionan nuestras habilidades, cuando sale a luz un error, negligencia o
conducta incorrecta . La excusa sirve para enmascarar debilidades e
incoherencias y usándola limitamos nuestras responsabilidades y crecimiento
humano. Hay una falta de honestidad en ella, siendo la forma más fácil de
resolver cualquier situación.
Todos hemos usado excusas en más de una ocasión como
planteaba al principio y sabemos lo difícil que es deshacerse de ellas por
completo, y personalmente opino que encierran un profundo egoísmo, donde uno
solo intenta salvar su imagen. Estamos en un mundo poco propenso a ser
corregido, advertido, aconsejado, y dispuesto a mejorar como personas. Es mucho
más fácil excusarse y manifestar así una “falsa seguridad” y coherencia. Pero
la realidad es muy distinta, somos los grande perjudicados mintiéndonos a
nosotros mismos. Acostumbrarse a excusarse puede convertirse en un gran lastre.
A menudo alabamos de una amistad la sinceridad, y nos
llenamos la boca diciendo que un verdadero amigo es el que sabe aconsejarnos,
escucha, y está nuestro lado, pero la realidad que yo he vivido en muchas
relaciones amistosas, han ido por otros derroteros. Ellas me han demostrado que
es un buen caldo de cultivo para la demagogia, donde la excusa busca su lugar
fácilmente, y dónde la crítica no es bien aceptada.
Los años me van cambiando y me doy cuenta de que he caído
muchas veces en aquello que he criticado o juzgado, eso solo me reafirma en que
todos “estamos hechos de la misma pasta” y más o menos cometemos las mismas
faltas y errores, pero a la vez esas reflexiones que día a día van calando más
en el interior y no se quedan en la superficie de las emociones y sentimientos
, me ayudan a querer vivir con coherencia aquello que digo y pienso. Es en este
momento actual donde voy encontrando el valor de aceptar, las debilidades,
caídas y reconocimiento de mis faltas donde no encuentro estéril el trabajo y
lucha por mejorarlo, por eso tal vez las amistades de ahora donde practico más
lo aprendido, me hace dejar menos espacio a la excusa y mayor anchura a la
verdad.
Existe una frase de autor desconocido que dice “ una excusa
es una media hermana de una mentira”. No nos engañemos, todas las excusas
siempre tienen el mismo fin: justificar errores cometidos, evadiendo nuestra
equivocación. La verdad siempre nos ayudará a mejorar y fortalecer nuestro
carácter para aceptarla con humildad.